La vivienda se localiza en la última planta de un edificio con cubierta de madera a dos aguas.
Se encontraba en un estado pésimo, no cumpliendo los requisitos mínimos de salubridad, ni habitabilidad; por lo que la reforma a plantear debía de ser integral.
A primera vista, no disponía de elementos interesantes para recuperar o potenciar.
Tras un análisis de la estructura de cubierta, ocultas bajo un falso techo, se descubren tres cerchas de madera que la configuran, optando por demoler todos los falsos techos de la vivienda, y dejar vistas las cerchas de madera originales del edificio. Conseguiríamos ganar en amplitud espacial, algo impensable en el momento de adquirir la propiedad, e importantísimo en una vivienda de dimensiones tan reducidas.
A partir del espacio ganado en altura, se plantea un pequeño volúmen que albergará la cocina y el baño. El proyecto se articula precisamente en torno a este volumen potenciado por su color negro en contraste con el resto blanco.
Las cerchas, recuperadas y tratadas en su propio tono original, destacan por sí mismas en el pequeño espacio, compitiendo de alguna manera con el cubo del salón.